DESOLADO DE RADA – NAVARRA
Por la mirada de Simeón Hidalgo
Valencia (06-06-2015)
Varias son las ocasiones en que me he acercado a visitar el Desolado de
Rada. Desolado en tiempos de guerras fraticidas del siglo XV que agitaron
fuertemente al Reino de Navarra y que tan malos resultados tuvieron para su
existencia como tal.
Varias son las ocasiones, también, que me hago las mismas preguntas cuando
analizo y veo los millones que nos gastamos en recuperar la Historia y el
Patrimonio y el abandono posterior que más de uno de estos lugares sufre por
falta de un mantenimiento adecuado posterior.
Seguro que quien me lee podrá hacer una pequeña o gran lista.
Si restauramos y rehabilitamos con el dinero público ¿Por qué luego no se invierte lo suficiente en su mantenimiento? ¿Por qué no se aprovecha la fuerte inversión para crear puestos de trabajo contratando personal de mantenimiento?
Uno de esos lugares atrayentes que surgen después de siglos enterrado,
pero que necesitarían un personal que lo mantenga con una mínima presentación,
sin que se dé la sensación de que actualmente hace gala del nombre que lleva,
es el Desolado de Rada.
Su belleza desdice por la falta de cuidado y mantenimiento posterior y
en varias ocasiones, como repito, he oído de algún visitante que bien pudieran
pasar la escoba en el interior de la iglesia, limpiar el polvo en las baldas de
la vitrina expositor de piezas recuperadas y hasta limpiar los cristales de la
misma de algún escupitajo desaprensivo, sanear el aljibe medieval del árbol que
crece en los muros de su interior, reparar los metacrilatos que se pusieron
para proteger las escaleras que daban acceso al primer piso de las viviendas
del poblado, y, más grave aún, hacer algo que remedie el mal estado de la
cabecera semicircular de la iglesia así como en las grietas que presenta la
bóveda de la misma por donde las humedades hacen acto de presencia… y puestos a
sugerir y hacer menos peligroso el aparcamiento a los turistas, bien pudieran
habilitar una pequeña explanada donde apartar sin riesgos añadidos al fuerte
desnivel del terreno.
Lo anterior son sugerencias para que este hito medieval no hable en su
propia contra por el abandono al que está sometido, lo que no quita que mi
mirada no se explayara y admirara sus
rincones y detalles, desde su torreón hasta sus murallas, su iglesia de dos
naves, donde la erosión interna convierte en arena a sus sillares, su
necrópolis, sus viviendas o su aljibe y sorprenderme con los dos crismones de
la iglesia, uno en la portada del lado sur y otro el en lado sur también de su
espadaña.
Lo que no quita para que recomiende su visita a quien no lo conozca
aún.
Esta es mi mirada.
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